CAPITULO 5 DE ECLESIASTES EL BUEN NOMBRE

El Buen Nombre (7:1)

La pregunta formulada por el Koheleth no es simplemente “¿Qué es lo bueno?”. No está meramente probando dentro del filosófico problema aquello que sea en última estancia valioso; está, eso si, empeñado en procurar una respuesta a la pregunta de qué es lo bueno para el hombre EN ESTA VIDA, especialmente recordando la vanidad y aflicción con que a menudo se acompaña, y recordando además su carácter asombrado.

Su primera pregunta enfoca la atención sobre el valor del “buen nombre”, con lo cual se revela que, el Eclesiastés, pone primero lo moral, por encima de lo bueno; aquí el Koheleth anticipa la pregunta: ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? Y ¿Con qué nos vestiremos?

Declara que es mejor un “buen nombre” que preciosos ungüentos, y hace con este encabezado una serie de comparaciones.

El día de la muerte es mejor que el día del nacimiento.

Es mejor ir a la casa del luto, que ir a la casa en fiesta de banquete.

El pesar es mejor que la risa

Es mejor escuchar la reprensión del sabio, que oír la canción del necio.

Mejor es el fin de un asunto que el principio. Y

El paciente de espíritu es mejor que el orgulloso de espíritu.

Si a simple vista la lectura de estas palabras nos pueden parecer que el Eclesiastés deba ser super pesimista, observemos no en tanto cuántos puntos de contacto y consenso encontramos, entre estos sentimientos aquí enumerados, y las proferidas del Señor en el Sermón de la Montaña.

UN BUEN NOMBRE ES MEJOR QUE UNGÜENTO PRECIOSO

Observemos las peculiaridades literarias de este versículo inicial. La frase Hebrea comienza con la palabra tob, “bueno” y la palabra traducida “precioso” es la misma que la palabra “bueno”. Otra figura literaria se emplea denominada paranomasia, cuando palabras de igual sonido se emplean para llamar la atención del lector a su profunda similitud. La palabra Hebrea para “nombre” es shemen. La frase completa dice: Tob shem mishshemen tob.

Ahora tenemos que tener una imagen clara en nuestras mentes en cuanto al significado del “ungüento precioso” (7:1), y si no es así nos perderemos el punto. Para nosotros un ungüento, generalmente, no indica nada más, sino algún tipo de sustancia oleosa y suave. Sin embargo en el Oriente tiene un más profundo y amplio rango de significados. Antes que nada observemos las ocurrencias en Eclesiastés:

Un buen nombre es mejor que precioso ungüento (7:1).

Nunca falte ungüento sobre tu cabeza (9:8).

Las moscas muertas hacen heder y dar mar olor al perfume (al ungüento) del perfumista (10:1).

En el Cantar de Salomón tenemos un uso paralelo al de Eclesiastés 7:1:

Dulce es el olor de tus buenos ungüentos; tu nombre es un ungüento purificado (1:3 traducción del autor).

Otra referencia al ungüento aparece en el Cantar de Salomón 4:10:

¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores; y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!

El aceite de la unción se usaba en el servicio del tabernáculo, y era compuesto de mirra pura, canela dulce, cálamo dulce, casia y aceite de oliva. El tabernáculo y sus utensilios se ungían con él, y también lo era Aarón, el sumo sacerdote. Los reyes, además, se iniciaban en su alto oficio como siendo “el ungido del Señor”. Otro que fue ungido con este santo ungüento fue el leproso en el día que fue lavado. Ester 2:12 nos dice que antes que las mujeres se presentasen a la presencia del rey se purificaban, seis meses con aceite de mirra y seis meses con olores fragantes.

El “precioso” ungüento nos parece que hace una específica referencia a lo que exclusivamente se consagraba al Señor. La expresión aparece en 2ª Reyes 20:13, se repite en Isaías 39:2 y en el Salmo 133:2. En estas ocurrencias se refiere al santo ungimiento que le era prohibido al pueblo. Es a esto, aparentemente, que Eclesiastés 7:1 se refiere. Mejor aún que el más extremo símbolo de la aceptación y del sumo sacerdocio, de la realeza, o del limpiado – mejor aún que todo esto, es el “buen nombre” – un buen shem que un buen shemen. Lo moral sobrepasando a lo ceremonial.

La palabra “nombre” tan solo aparece tres veces en Eclesiastés, y es evidente que 7:1 está en directo contraste con 6:10, aquello que tenía el nombre ya se ha nombrado, y se sabe que es ADÁN.

La primera “cosa buena” para cualquier hombre en esta vana vida (cuyos días están contados, cuyo carácter es una sombra, cuyo fin es un “mismo acontecimiento), la primera cosa mismo consiste en un cambio de nombre. El misterio del Evangelio, tal como se revela desde Romanos 5:12 para adelante, no fue con toda claridad visto por el Koheleth, sin embargo el Espíritu que inspiró el libro, no tan solo sabía que Adán era la nota final del progreso descendiente de los capítulos 1 a 6, sino además que el “buen nombre”, que de aquí en adelante sería puesto en contraste con Adán, debía ser el principio mismo de la cuestión para la tal “cosa buena”. El propio Cristo es El segundo HOMBRE y el último ADÁN.

El Koheleth guardaba consigo su propio concepto de un buen nombre. No podía referirse a todo cuanto sucede habitualmente entre los hombres, pues ya lo había propositivamente puesto en contraste con los más santos externos símbolos conocido en su día. Aquellos que habían sido titulados o inscritos al “buen nombre”, habían sido generalmente vituperados con calumnias y falsas acusaciones. El apóstol Pablo, quien ciertamente poseyó el “buen nombre” más que todos los seguidores de Cristo, bien pudo escribir de sí mismo haber sido hecho la escoria del mundo y el más pordiosero de todo. No es que se recomiende a sí mismo, ni tampoco que fuese recomendado por otros, sino que, aquel a quien el Señor encomendó, es el poseedor de este buen nombre.

Aquellos que tienen este “buen nombre” portan consigo en todas partes el grato y dulce olor de Cristo. Su obra diaria y conversación es una ofrenda de un dulce olor, acepte y muy agradable para Dios (Filip.4:8). Que aunque jamás “tengan un nombre” en esta Babel de mundo! Que aunque sus nombres sean considerados como malos y repudiados de las convenciones mundiales! No obstante, se han iniciado con la primera y más importante cosa buena en este mundo de vergüenza y engañosas irrealidades. Toda virtud, todo fruto del Espíritu, todo seguimiento pos Cristo, es una contribución a este buen nombre mejor que el precioso ungüento.

¡Ojalá que recojamos de lleno la consolación que nos tienden las Escrituras en este tiempo tan degenerado, y que nos regocijemos en el hecho bendito de que somos nombrados con el nombre de Cristo!

Implantan chip

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